Cuando se habla de desarrollo económico y crecimiento es habitual hacer mención de aspectos tales como el capital financiero, capital físico o capital humano como elementos indispensables. Sin embargo, dichas formas de capital no siempre son suficientes para explicar y entender los motivos por los cuales determinadas regiones prosperan económicamente hoy en día. Estos tipos de capital pasan a menudo por alto la forma de interacción de los agentes económicos en el seno de las comunidades, así como el modo en que se organizan para producir bienes y servicios y para aumentar la cantidad existente de los diferentes tipos de capital. Se trataría, a fin de cuentas, de otro tipo de capital, conocido como capital social y cuyas teorías se han multiplicado en décadas recientes. A pesar de las diferentes perspectivas tanto teóricos como empíricas, es posible hablar del capital social como las normas, valores, actitudes y creencias que rigen las interacciones entre las personas y las instituciones y predisponen a la cooperación y la asistencia mutua. Todo esto ha ganado un gran protagomismo en la forma de entender el crecimiento económico (Coleman, 1988, 1990; Putnam et al., 1993). En otras palabras, una región determinada puede tener una gran potencialidad de crecimiento en base a su riqueza física o natural, contar con fuentes de financiación y con una población cualificada pero, si no se dan las condiciones para que las relaciones sociales sean sólidas, es decir, sino existen normas y valores que engrasan las relaciones entre las personas y las instituciones, el desarrollo podría no ser del todo factible. Así, comunidades donde no existe cohesión social, el progreso económico podría verse claramente frenado.
En este sentido, existe un acuerdo dentro de las ciencias sociales para considerar el capital social como un factor determinante para hacer frente a las presiones sociales, económicas, financieras y ambientales (Jordan et al., 2010; Michelini, 2013; Limón et al., 2013)). En otras palabras, las comunidades con maiores niveles de capital social presentan una mayor resistencia a los cambios en un contexto de globalización y cambio climático. Algunos autores han denominado dicha capacidad de resistencia “resiliencia social”, importando el concepto de resiliencia utilizado a menudo en el estudio de los ecosistemas.
Varias investigaciones han demostrado que las comunidades con altas reservas de capital social presentan una mayor capacidad para hacer frente a las controversias, para compartir información útil y ejecutar proyectos exitosos de desarrollo, mientras que comunidades con similar disposición de factores de producción tradicional, como el capital natural, físico o humano, no alcanzan niveles de progreso económico comparables (Trigilia, 2001; Woodhouse, 2006)
Coleman, James S. 1988. “Social capital in the creation of human capital.” American Journal of Sociology
94:95-120. DOI: 10.1086/228943
Coleman, James S. 1990. Foundations of Social Theory. Harvard: Harvard University Press.
Jordan, Jeffrey L., Bulent Anil and Abdul Munasib. 2010. “Community Development and Local Social Capital.”
Journal of Agricultural and Applied Economics 42:143-159.
Limón, J. A. G., Toscano, E. V., & Garrido, F. E. (2013) La contribución de los agricultores al capital social: evidencias desde Andalucía. VI Congreso Español de Sociología.
Putnam, Robert D., Robert Leonardi, and Raffaella Y. Nanetti. 1993. Making democracy work: Civic traditions
in modern Italy. Princeton: Princeton University Press.
Michelini, Juan J. 2013. “Small farmers and social capital in development projects: Lessons from failures in
Argentina’s rural periphery.” Journal of Rural Studies 30:99-109. DOI: 10.1016/j.jrurstud.2013.01.001
Trigilia, C. (2001). Social capital and local development. European Journal of Social Theory, 4(4), 427-442.
Woodhouse, Andrew. 2006. “Social capital and economic development in regional Australia: a case study.”
Journal of Rural Studies 20:83-94. DOI: 10.1016/j.jrurstud.2005.07.003