Lo cierto es que he leído bastante sobre el concepto de capital social. Desde los clásicos hasta autores más recientes. Una de las conclusiones a las que creo que llegaría cualquiera después de haber leído abundante literatura sobre el tema es que se trata de un concepto, a todas luces, complejo y difícil de operacionalizar para poder medirlo y llevar a cabo investigaciones empíricas. De cualquier forma, me gustaría hacer mención de un artículo presentada en el XI Congreso Español de Sociología bajo el título de “La contribución de los agricultores al capital social: evidencias desde Andalucía“. Me ha encantada la rigurosidad analítica en general y cómo han sabido operacionalizar un concepto a priori tan complejo. Igualmente, me ha parecido muy clara la explicación sobre las diferentes dimensiones del capital social. A continuación me limito sencillamente a pegar ese apartado (“Capital Social como un concepto multidimensional”) y recoger, en forma de links, las obras a las que los autores hacen referencia. Me gustaría también destacar una frase con relación a la dimensión relaciontal del capital social, “una norma existe cuando representa un grado de consenso en el sistema social, convirtiéndose en una poderosa forma de capital social puesto que ofrece a las personas la confianza para invertir en actividades colectivas a sabiendas de que los demás lo harán también” (Coleman, 1990) Me parece interesante porque sugiere que la economía no se puede entender sin la política, es decir, la capacidad de emprender de la población no va a depender de factores económicos exclusivamente, sino de la seguridad de que existan normas comunes para todos y de que dichas normas se apliquen de la misma forma para todos. Défitis democráticos a nivel estatal, regional o local; como amiguismos, ausencia de regulamentos claros en consursos públicos, enchufismos, etc. son un claro ejemplo de ruptura democrática que acabarán mermando la existencia de confianza y normas. Así, el esfuerzo de emprender “actividades colectivas”, podría verse como demasiado alto, ante la incertidumbre de si acabará teniendo su recompensa. Algo así como “para que me voy a matar si después se van a beneficiar los de siempre”. De ser así, la opción de emigrar o no emprender va a seguir siendo vista como más rentable.
Capital Social como un concepto multidimensional
Con el fin de entender la configuración del capital social entre los agricultores, debe haber un modelo coherente de cómo se forma. En este trabajo se adopta el enfoque multidimensional del concepto según Putnam (1995) y se integran diversas facetas para definir el capital social en tres dimensiones, a saber: estructural, cognitiva y relacional, como propone Nahapiet y Ghoshal (1998) y Uphoff y Wijayaratna (2000). Las principales diferencias entre las tres dimensiones son las siguientes. La dimensión estructural del capital social –entendida como la formación de los vínculos interpersonales entre individuos o grupos− facilita la cooperación mediante la reducción de los costes de transacción y la acumulación de aprendizaje social. Por su parte, la dimensión cognitiva del capital social −que incluye características tales como un código común o un paradigma compartido que facilita una comprensión común de los objetivos colectivos y las formas adecuadas de actuar en un sistema social, incluso en la ausencia de vínculos y relaciones específicas entre los miembros individuales del grupo−, predisponen a las personas a cooperar. Finalmente, la dimensión relacional del capital social −que se describe como el tipo de relaciones personales (no necesariamente de larga duración) que la gente establece a través de una serie de interacciones entre ellos− tiene como consecuencia que se espere la cooperación por parte del otro. Aunque esta aproximación puede no cubrir completamente todos los aspectos de un concepto tan complejo como el capital social, sí creemos que ofrece una aproximación altamente inclusiva. La figura 1 representa gráficamente las diferentes dimensiones y subdimensiones de capital social, que se analizan a continuación.
La dimensión estructural del capital social se compone por tanto de interacciones sociales. Esta dimensión explica cómo las personas pueden obtener ciertas ventajas mediante el uso de contactos personales dentro de la estructura de interacciones sociales. Es decir, la gente puede utilizar sus contactos personales para conseguir trabajo, obtener información o acceder a determinados recursos. La literatura ha hecho una segregación clave dentro de la dimensión estructural, distinguiendo entre lo que se conoce como bonding y bridging (Putnam, 2000; Narayan, 1999). El capital social bonding se refiere al capital social generado por la interacción entre los miembros de un grupo relativamente homogéneo (familia o amigos cercanos), mientras que el bridging se refiere al capital social generado y compartido a través de las interconexiones entre grupos heterogéneos (vecinos u otros conocidos). Otra componente de esta dimensión estructural se define como linking, que describe los lazos que conectan a los individuos, o los grupos a los que pertenecen, con las personas o grupos en una posición de poder político o económico. Por ejemplo, las organizaciones de la sociedad civil permiten que los ciudadanos puedan entrar en contacto con las instituciones a través de las actuaciones de acción colectiva. Estos vínculos permiten a los grupos acceder a los recursos, las ideas y la información de las instituciones de poder, permitiendo a los miembros del grupo pasar de un nivel “micro” del capital social y de acción social a otro nivel en el que la acción es política y económicamente más eficaz. Por último, la dimensión estructural comprende también el capital social corporativo, que estaría formado por aquellas asociaciones profesionales (sindicatos de agricultores o cooperativas agrícolas) que persiguen y defienden los intereses particulares de sus miembros (Sabatini, 2009a).
La dimensión relacional del capital social describe el tipo de relaciones construidas por las personas a través de una serie continuada de interacciones. Los principales atributos de esta dimensión son la confianza y la confiabilidad u honradez (Putnam, 1993), las normas y las sanciones sociales (Coleman, 1990; Putnam, 1995) y la reciprocidad (Coleman, 1990; Nyhan Jones y Woolcock, 2007). Así, mientras que la confianza es un atributo de una relación, la confiabilidad u honradez es un atributo de un actor individual involucrado en la relación. La confianza puede actuar como un mecanismo de control para las relaciones, ya que su existencia puede promover el esfuerzo común, mientras que su ausencia puede afectar negativamente el desarrollo. Del mismo modo, un actor digno de confianza es probable que obtenga el apoyo de otros actores para el logro de sus objetivos en mayor medida que si esa situación de confianza no existiera. A efectos analíticos, y siguiendo los trabajos de Sabatini (2009a), se han identificado en esta investigación diferentes niveles de confianza, a saber: confianza basada en el conocimiento, definida como la confianza que se tiene en la gente conocida; confianza social generalizada, aquella que se tiene hacia las personas desconocidas, y la confianza en servicios públicos, derivada del uso y acceso a ellos. Además de todas estas “versiones” de la confianza, el análisis también incluye la “seguridad subjetiva”, entendida como la percepción subjetiva de que la comunidad local es un lugar seguro para vivir.
En relación a las normas, como sostiene Coleman (1990), una norma existe cuando representa un grado de consenso en el sistema social, convirtiéndose en una poderosa forma de capital social puesto que ofrece a las personas la confianza para invertir en actividades colectivas a sabiendas de que los demás lo harán también. Las normas y sanciones sociales son efectivamente expectativas sobre el comportamiento de los demás. Un individuo puede prestar un servicio a los demás o actuar en beneficio de los demás, a un costo personal, pero con la expectativa general de que ese servicio o acto será correspondido en el futuro en caso de necesidad. Como señalan Nyhan Jones y Woolcock (2007), la utilidad de este elemento se deriva del hecho de que en la gran mayoría de los escenarios, la cooperación para el desarrollo es posible sólo si una cantidad significativa de capital social de este tipo está disponible en la comunidad.
Por último, la tercera dimensión del capital social etiquetada como la dimensión cognitiva se refiere a los recursos que tienen un código común o un paradigma compartido que facilitan una comprensión común de los objetivos colectivos y de las formas adecuadas de actuar en un sistema social (Ostrom, 1999), en ausencia de vínculos y relaciones específicas entre los distintos miembros del grupo. Esta comprensión común es apropiable como un recurso por la colectividad, capturando la esencia de lo que Coleman (1990:315) describió como “el aspecto de bien público del capital social”. Una característica clave de esta dimensión es el nivel de cultura cívica (civismo) entre los individuos de la comunidad. Es decir, la propensión de las personas a mantenerse informados y participar en los asuntos públicos. Se entiende que los ciudadanos bien informados tienen un mejor conocimiento de los asuntos públicos y una mayor confianza en su capacidad para influir en las decisiones públicas. Por lo tanto, son más propensos a estar involucrados en la acción colectiva y la vida pública (Putnam, 2000). En esencia, esta dimensión cognitiva también se refiere a la compatibilidad de los valores de los individuos con los valores de la comunidad, sus formas de racionalizar el comportamiento cooperativo y hacerlo respetable. Así, se ha considerado como un segundo atributo de esta 8 dimensión la percepción del grado de cohesión de la comunidad, puesto que un cierto grado de cohesión es siempre deseable para asegurar el desarrollo sostenible. Coleman (1990:303) muestra cómo ciertos valores colectivos mantenidos por los individuos de una sociedad pueden ser un tipo de capital social que beneficie a la sociedad en su conjunto.
Referencias
Coleman, James S. 1990. Foundations of Social Theory. Harvard: Harvard University Press.
Limón, J. A. G., Toscano, E. V., & Garrido, F. E. (2013) La contribución de los agricultores al capital social: evidencias desde Andalucía. VI Congreso Español de Sociología.
Putnam, Robert D., Robert Leonardi, and Raffaella Y. Nanetti. 1993.Making democracy work: Civic traditions
Putnam, Robert D. 1995. “Bowling alone: Americas declining social capital.” Journal of Democracy 6:65-78. DOI: 10.1353/jod.1995.0002
Putnam, Robert D. 2000. Bowling alone. The collapse and revival of American community. New York: Simon Schuste.
Nahapiet, Janine and Sumantra Ghoshal. 1998. “Social capital, intellectual capital, and the organizational advantage.” Academy of Management Review 23:242-266.
Nyhan Jones, Veronica and Michael Woolcock. 2007. Using Mixed Methods to Assess Social Capital in Low Income Countries: A Practical Guide. Brooks World Poverty Institute (BWPI) Working Paper Series 1207. Manchester: The University of Manchester.
Narayan, Deepa. 1999. Bonds and Bridges Social: Capital and Poverty. Policy Research WP n. 2167. Washington D.C.: The World Bank.
Ostrom, Elinor 1999. “Social capital: a fad or a fundamental concept?” Pp. 172-214 in Social Capital. A Multifaceted Perspective, edited by P. Dasgupta and I. Serageldin. Washington D.C.: The World Bank.
Sabatini, Fabio. 2009a. “Social capital as social networks: a new framework for measurement and an empirical analysis of its determinants and consequences.” The Journal of Socio-Economics 38:429-442. DOI:10.1016/j.socec.2008.06.001
Uphoff, Norman and Chandrasekera M. Wijayaratna. 2000. “Demonstrated benefits from social capital: The productivity of farmer organizations in Gal Oya, Sri Lanka.” World Development 28:1875-1890. DOI: 10.1016/S0305-750X(00)00063-2