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Urban sprawl and identity. The case of post war Madrid (In Spanish)

This article,  see Original source, reflect on the urban spraw of Madrid in teh context after the civil war in Spain, and how neighbor municipalities were adhered to the capital and lost their identity due to political and belic reasons. Indeed, today Madrid center consists of only one municipality, compared to, for instance, Copenhagen, where the city centre counts with different ones, so called kommune. Does this fact impacted the identitfy and social cohesion of both cities? Another interesting question is, to what extend is it possible to achieve a desirable social cohesion when certain urban centres lack of political administration. Think about new urbanizations, but also about pre-modern territories which never gained the status of municipalities. I am now thinking about the parish in Galicia. The municipalites were traced artificially in the XIX by just drawing a line around certain urban centres. Yet, many places and villages had their own dinamic but never become a political reality.


PABLO RIVAS

@CEBOTWIT
PUBLICADO2019-01-20 06:31:00


PUBLICADO2019-01-20 06:31:00

Anexion Municipios 1

Suroeste de Madrid en 1944. Mapa: Instituto Geográfico Nacional

Entre 1948 y 1954 la capital anexionó una docena de municipios de su extrarradio, un proceso cuyas consecuencias llegan hasta nuestros días.

Pueblo de Carabanchel Bajo! La anexión de nuestro término municipal al de Madrid, que desde primeros de siglo se había producido materialmente por la continuidad de edificaciones, por la trabazón de vida y de servicios, ha llegado a convertirse en acuerdo […]. El decreto de 9 de enero de 1948, por el que este acto jurídico quedó perfeccionado, ha de ser acogido por la tradición y por la hidalguía de los carabancheleros como decisión trascendental en la que culminan los desvelos del jefe del Estado por redimir a esta población, que ya en 1940 se apresuró a adoptar para reconstruir, sobre las ruinas gloriosas de los baluartes bélicos, un trozo en el solar patrio en el corazón de Castilla y en el centro de España”. Así reza el comienzo del último bando que un alcalde de Carabanchel Bajo daría jamás a sus conciudadanos. Era el 27 de abril de 1948 y Rufino Goñi, regidor saliente, fue el encargado de la triste despedida, aunque en el texto se esforzase en terminar con un institucional “¡Viva Carabanchel Bajo en el Gran Madrid! ¡Viva Franco, que lo forja para engrandecimiento de España!”.

Sí, Franco “adoptó” a Carabanchel Bajo, Villaverde y otros pueblos “descarriados” de la geografía madrileña donde se mantuvo el pulso al ejército sublevado durante la práctica totalidad de la contienda. Fue la fórmula elegida por el organismo Regiones Devastadas para designar a las 102 localidades que habían sufrido una destrucción de su término municipal superior al 75%. Y, por supuesto, con hidalguía o sin ella, los carabancheleros no dijeron ni pío ante el hecho de que la ciudad de Madrid se comiese su pueblo. En plena posguerra el horno no estaba para consultas municipalistas ni participación ciudadana. Como apunta el historiador Antonio García Martín, los ayuntamientos nominados a desaparecer y los vecinos a anexionar asistieron al proceso “como invitados de piedra” y se encontraron de la noche a la mañana siendo ciudadanos capitalinos de pleno derecho.

MULTIPLICAR POR NUEVE LA CIUDAD

Trece fueron los municipios que fueron agregados a la ciudad de Madrid entre 1948 y 1954. En palabras de García, autor de Proceso de anexión de los municipios limítrofes de Madrid, “la importancia de este proceso solo puede compararse con el derribo de la cerca y proyecto de ensanche de la ciudad diseñado por el ingeniero Carlos María de Castro un siglo antes”, plan del que nacieron distritos actuales de la capital como Chamberí, Retiro o Salamanca.

Carabancheles 1935
Carabanchel Alto, en primer término, en 1935. Detrás, la Colonia de la Prensa y Caraanchel Bajo.

Para ver la magnitud de la operación de anexión, no hay más que echar un vistazo a las cifras. Entre 1948 y 1954 el término municipal pasa de 68 km2 a 607. Se multiplica por nueve, aumentando sus habitantes en 330.000 personas, con un total de 1.843.705 almas en 1955. Pudo ser aún mayor. 25 municipios llegaron a estar nominados —Alcobendas, Alcorcón, Pozuelo de Alarcón, Leganés o Boadilla del Monte entre ellos—. La rifa estuvo dando vueltas en los despachos desde comienzos de siglo XX, pero serían Chamartín de la Rosa, Carabanchel Alto, Carabanchel Bajo, Canillas, Canillejas, Hortaleza, Barajas, Vallecas, El Pardo, Vicálvaro, Fuencarral, Aravaca y Villaverde finalmente los agraciados.

Son pueblos donde hoy no hay pueblos. “Perdieron su identidad, se convirtieron en distritos”, indica la historiadora y secretaria general del Instituto de Estudios Madrileños, María Teresa Fernández Talaya. Pero, a pesar de una guerra que, en su mayor parte, los golpeó de lleno, y de una ciudad y una especulación que los sacudieron aún más, aún hoy es visible esa atmósfera de antiguo núcleo rural en algunas zonas. “Quedan cosas, claro. Fuencarral o El Pardo en el norte, por ejemplo. Fuencarral es la que menos perdió su identidad, el pueblo sigue existiendo, con su mentalidad de pueblo, su patrona y sus fiestas patronales”, señala Fernández. También siguen en pie muchas de las colonias municipales que se crearon en los años 30, como la de Nuestra Señora de las Victorias, por aquel entonces en el término municipal de Chamartín de la Rosa. Pero otros prácticamente sucumbieron: “Vicálvaro ha tratado de no perder su identidad, sobre todo con el trabajo de la Asociación [de Investigación Histórica de Vicálvaro] Vicus Albus, pero la van perdiendo, indudablemente”.

CAPITAL DEL CAPITAL

Los planes urbanísticos para la expansión de Madrid venían sucediéndose desde mediados del XIX. El citado Plan Castro, aprobado en 1860, es la primera gran extensión organizada de la ciudad —el ensanche—, por la que se crea una nueva urbe que rodeaba el casco histórico por el norte, el este y el sur. Pero la industrialización, la creación de grandes infraestructuras y la conversión de la ciudad en, como señala García, “la capital del capital”, propiciaron la llegada de una inmigración que se fue asentando en el extrarradio desordenadamente, sin ningún tipo de planificación urbanística y especialmente en las inmediaciones de caminos y carreteras. Con los años el fenómeno fue llegando a las puertas de las poblaciones contiguas a Madrid. De ahí los sucesivos intentos por organizar esa expansión que la ciudad pedía a gritos: el plan de Núñez-Granés de 1909, el Plan Zuazo-Jansen de 1929 o el Plan Besteiro, presentado en 1939 —ninguno de ellos llevado a cabo—, fueron los más representativos.

Castellana y Chamartín
Prolongación de la Castellana, entonces avenida del Generalísimo, en 1941 con Chamartín de la Rosa al fondo a la izquierda.

Y llegó la guerra, con su devastación, y la victoria franquista, con su ideario nacional-católico y centralizador. “El proceso planificador durante la primera etapa del franquismo es un proceso centralizador”, señala Rafael Fraguas, periodista y escritor que ha llevado a cabo una investigación sobre la anexión de los municipios por parte de Madrid. “El objetivo es satisfacer el deseo de expansión de la ciudad, que está creciendo, y solucionar un enorme problema que se ha planteado en función del desenlace de la guerra, porque la devastación de grandes zonas rurales del país ha provocado un éxodo hacia las grandes ciudades y Madrid es una de las que va a recibir población”. Si Madrid venía creciendo, tras la guerra lo hará más, con “un fenómeno enorme de infravivienda y chabolismo que va a acompañar el desarrollo madrileño durante muchos años”, señalaba Fraguas durante su ponencia el 11 de diciembre en el ciclo La creación del Gran Madrid: anexión de municipios limítrofes, que se ha desarrollado entre octubre y diciembre en el Museo de Historia de Madrid.

El Plan General de Ordenación de Madrid, aprobado en 1946 y desarrollado por Pedro Bidagor, es el primer planeamiento urbanístico cumplido que incluye el extrarradio de Madrid. “Bidagor es encomendado por Pedro Muguruza, el gran arquitecto del régimen de Franco, para que desarrolle el plan”, explica Fraguas. “Mano derecha de Secundino Zuazo —corresponsable del Plan de Extensión de 1929—, que en estos años está prácticamente deportado por sus sintonías republicanas, toma su herencia y sus planes de expansión hacia el norte”. Se buscaba extender la ciudad a las grandes áreas despobladas entre el extrarradio y el término municipal. Es el Gran Madrid impregnado de “capitalidad” centrada en la exaltación de los valores tradicionales y nacionalistas, la gran megaurbe española, una de las ideas base del plan de Bidagor. Como opina García, “el Gran Madrid nace preñado de ideología, pero en el sentido negativo del término, es decir, cuando esta se impone a la realidad, de tanto repetirlo el discurso social de posguerra”.

FRANCO TIENE MIEDO

El contexto en el que se produce la anexión no era el mejor para el régimen. El maquis estaba actuando a 60 kilómetros de Madrid, en la Sierra de Malagón, y una incipiente guerrilla urbana antifranquista había entrado en escena. La situación internacional tampoco era la que Franco hubiese deseado. “Acaba de terminar la II Guerra Mundial y tiene miedo a ser derrocado, incluso se hace construir un búnker en una galería de tiro debajo de la plaza de la Marina, donde hoy está el Senado”, relata el periodista. El dictador desconfía del Madrid del “no pasarán”. “El régimen consideraba que la ciudad había sido desleal, republicana toda la contienda”, añade el escritor. Incluso Ramón Serrano Suñer, el Cuñadísimo —apodo que obtuvo por ser cuñado de Franco—, uno de los principales artífices del régimen en sus primeros años, planteó llevar la capital a la leal Sevilla.

Los municipios a anexionar habían sido, como la capital, desleales a la cruzada fascista. Como resalta Fraguas, “habían permanecido en la esfera de la República y ninguno se había alzado”. Es una de las variables que apunta el escritor para su elección como pueblos a anexionar. En esas localidades, y sobre todo en sus asentamientos populares, “había una frontera de tipo ideológico y simbólico, ahí vivían los rojos, ahí se alzaron contra el alzamiento y ahí mantuvieron el tipo durante tres años ejércitos de albañiles en Usera y en Vallecas”.

Anexion municipios 2
Mapa del nordeste de Madrid en 1944, con Hortaleza, Canillas, Canillejas y Vicálvaro. Mapa: Instituto Geográfico Nacional.

La gran capital tenía, además, una competidora directa. Barcelona llegó en los años 30 a superar a Madrid en las esferas demográfica, económica e industrial. Fraguas, además de otros historiadores como Fernando de Terán, apuntan a la superación de la capital catalana —que ya había culminado su plan de agregación de municipios que comenzó mucho antes, en 1897— como una de las principales motivaciones del plan de anexión. “Franco estaba obsesionado con esa pujanza que Barcelona había conseguido en los años 30 —relata Fraguas—, no quiere destruir el emporio catalán pero quiere emularlo y superarlo, y así es como lo consigue”.

DE LA ANEXIÓN A LA BURBUJA

Así, la fiebre por conseguir la gran capital de la España nacional-católica y castellana se llevó consigo a los pueblos donde vivían las clases populares que le habían desafiado en un proceso cuyas consecuencias llegan hasta nuestros días. “La anexión va a suponer un trasiego muy grande de suelo —indica el periodista—, y ese suelo pertenece sobre todo a sectores de la aristocracia”. La nobleza, históricamente monárquica, es paulatinamente apartada del poder político por la República, un proceso que continuaría el dictador, pero no le arrebata todo: “Franco también la descabeza del poder político, pero le otorga un poder económico importante”. Los movimientos de compraventa de suelo, el encarecimiento del precio del mismo y la expansión de la ciudad son, para el escritor, “el germen de la especulación”, un proceso que llega hasta nuestros días. “Hay un capital industrial que apuesta y extrae esa plusvalía del trabajo para generar riqueza, pero hay otro capital especulador que adquiere con el tiempo la hegemonía y que va a sentar las bases de desórdenes a los que hemos asistido y estamos asistiendo”. Se produce así una importante y gradual revalorización del suelo del extrarradio, utilizado ahora para uso residencial e industrias con este capital. “Franco permitirá a esa clase aristocrática que negocie con el suelo, un suelo que se va a convertir en un producto comercializable, ya que va a requerir una serie de infraestructuras. Sí, considero que ahí está el origen de la especulación a gran escala”, remarca.

Su opinión, sin embargo, no es compartida por María Teresa Fernández. “Yo no creo que tenga nada que ver, no creo que en la zona norte de Madrid se hayan anexionado pueblos para luego crear grandes colonias de lujo”, apunta la historiadora, quien sí ve como posibles “errores” algunas anexiones. “En Vallecas, por ejemplo, fue muy interesante la anexión: el pueblo estaba ya prácticamente en Madrid, era el granero de la ciudad, tenía los terrenos y cultivaba lo que la ciudad necesitaba. Traían leche y estaban la vaquerías. Fue una incorporación muy positiva para Madrid y para Vallecas, pero a lo mejor otras no fueron tan necesarias, como Fuencarral o El Pardo”. 
Erróneo o no, lo cierto es que la operación de anexión supuso un antes y un después para la ciudad, y sentó las bases del Madrid de hoy. Una urbe partida en dos por un muro invisible que separa a un noroeste próspero —arbolado, rico en agua, de suelo granítico y residencia y destino de veraneo tradicional de la burguesía— de un sureste pobre —seco, sin masas forestales, de hidrología pobre y suelo yesífero—, algo a lo que, como finaliza Fraguas, contribuyó el planteamiento del régimen en los años 40 y 50: “La zonificación propuesta por los proyectistas y urbanistas del franquismo asignó a las clases acomodadas y a la aristocracia residual áreas residenciales extraordinariamente orientadas y aireadas en el norte de la ciudad y, para las clases subalternas, el sur y el este”. Nada que suene desactualizado en el Madrid del siglo XXI. LOS TRECE CAÍDOSChamartín de la Rosa. 1948. La villa que creció junto al palacio de los Duques de Pastrana fue la primera en ser anexionada.Carabanchel Bajo. 1948. Antiguo retiro vacacional de la aristocracia, ya estaba físicamente unido a la capital en el momento de su anexión.  
Carabanchel Alto. 1948. Al contrario que su hermano homónimo, mantenía cierta vida agrícola en el año en que pasó a formar parte de Madrid. 
Barajas. 1950. La inauguración del aeropuerto, en 1931, marcó la anexión del pueblo, a pesar de ser uno de los más lejanos sobre los que pesaba la amenaza. 
Canillas. 1950. El núcleo antiguo de la pequeña villa rural de Canillas, famosa por su vino moscatel, apenas tenía un centenar de habitantes a principios de siglo.Canillejas. 1950. La villa situada junto a la carretera de Aragón, con 10,06 km2, es el término municipal más pequeño de los trece anexionados.Hortaleza. 1950. El pequeño pueblo de Hortaleza fue el municipio que menos población aportó a Madrid: 1.518 habitantes.Vallecas. 1950. A pesar de ser una importante villa, el conocido entonces  como ‘granero de Madrid’, no se libró de ser anexionado al ‘Gran Madrid’.Aravaca. 1951. Aún hoy separado de Madrid, el pueblo de Aravaca estaba situado junto a la carretera de La Coruña.Fuencarral. 1951. La villa al norte de la capital aún hoy mantiene cierto ambiente de pueblo en su núcleo antiguo.El Pardo. 1951. La anexión de El Pardo tuvo más que ver con motivaciones políticas —en su palacio se asentó Franco— que funcionales.Vicálvaro. 1951. Vicálvaro dejó de ser un municipio en 1951, pero ya en 1884 perdió parte de su territorio en favor de Madrid. Villaverde. 1954. El último en ser anexionado fue prácticamente destruido durante la Guerra Civil. 

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Combustión de carbón para la generación eléctrica en España

Para completar el panorama, la combustión de carbón para la generación eléctrica se mantiene como una de las fuentes a las que más se recurre. Según elobservatorio de la electricidad de la organización WWF-Adena, en junio pasado esta fuente lideró el llamado  mix eléctrico, superando a la nuclear, con un 26,8% de la generación española. En agosto se ha mantenido alto, casi un 20%.

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“¿Cómo la sangrienta historia de España dio lugar a la mayor concentración de ascensores del mundo?”

Cuando uno piensa en España lo que primero se le viene a la cabeza es la palabra ascensor, ¿o puede que no?. Pues bien, lo cierto es que razones no faltan. Como se puede observar en el siguiente gráfico, el número de ascensores por cada mil habitantes es clara y comparativamente más alto en España que en el resto de países estudiados.

La alta propensión a vivir en pisos podría ser vista a simple vista como la causa más lógica. En 2012, aproximadamente el 65% de la población residía en pisos o apartamentos, porcentaje claramente superior al 46% de la media europea y sólo comparable a países como Letonia o Estonia.

Sin embargo, es importante tener en cuenta otros factores, como la mayor predisposición de los españoles a vivir en régimen de propiedad, tal y como se deduce del siguiente grafico. Sólo Irlanda parece aproximarse al ratio español, si bien hay que tener en cuenta que sólo un 5% de irlandeses reside en pisos.

Ahora bien, dicha predisposición no responde necesariamente a ningún tipo de tradición cultural, como se suele argumentar. Tanto es así que a la altura de mediados del decenio 1950-1960, menos de la mitad de la población vivía en régimen de propiedad. Proporción que se incrementaría hasta el 80% a lo largo de la segunda mitad del siglo XX.

¿Cómo ha sido eso posible? La respuesta se encuentra en gran medida en una serie de factores de tipo político que tienen su origen en el régimen franquista. En primer lugar, es importante subrayar los devastadores y duraderos efectos que toda guerra suele tener en el parque de viviendas y que, en ese sentido, la guerra civil española no fué una excepción. Por otro lado, antes incluso de haber comenzado las hostilidades, España había experimentado importantes flujos migratorios del campo a la ciudad. Fenómeno que se reanudaría una vez finalizada la guerra civil y que acabaría por agudizar aún más la escasez de viviendas urbanas.

Mientras tanto, el régimen de Franco, en un intento por mejorar su apoyo popular, llevó a cabo fuertes regulaciones en las políticas de alquiler a partir de la Ley de arrendamientos urbanos de 1946. Así lo describía el economista del banco central Juan Mora-Sanguinetti en 2011:

Las intervenciones fueron severas. La protección del inquilino en contra del desalojo fué entonces ilimitada. Incluso parientes cercanos del inquilino podían sucederle como nuevos inquilinos con la misma vivienda y bajo las mismas condiciones. Con relación a los costes de alquiler, la ley establecía incrementos fijos y únicos en el pago del alquiler para pisos que habían sido arrendados antes de 1939, así como la congelación de las rentas de los nuevos contratos.

La alta regulación del sector dificultaba a los propietarios la obtención de beneficios, lo que acabaría desincentivando tanto el mantenimiento de viviendas como la construcción de otras nuevas. En consecuencia, la calidad de las mismas se deterioró notablemente y la oferta de nueva construcción continuó escaseando.

En los años cincuenta, el gobierno reconoció la necesidad de cambiar de postura. “Queremos un país de propietarios, no de proletarios”, había dicho el ministro de vivienda de Franco en el año 1957.

En este contexto, el gobierno incentivó a los propietarios para que vendiesen sus propiedades a un bajo precio. Las ventas se dispararon siguiendo la ley sobre propiedad horizontal. Lo que en América se había llamado condominium. Así lo escribieron la economista Anna Cabré y Juan Antonio en 2004:

La ley creó una base legal para la inversión masiva en nuevas construcciones que serían vendidas como pisos y apartamentos individuales. Los movimientos migratorios hacia la ciudad, el crecimiento del empleo, la práctica ausencia de normas y ordenación del suelo y la desorbitada inflacción hicieron el resto. Los nuevos residentes procedentes del rural se trajeron sus ahorros y los invirtieron en “ladrillo”. Las familias de jóvenes parejas pudieron comprar baratos y pequeños pisos en las nuevas áreas residenciales. Las familias de matrimonios de edad media dejaron los centros históricos y mejoraron su nivel de vida por medio de la adquisición de nuevos y mejores pisos. Igualmente, la estabilidad laboral y salarial ayudaron a pagar las hipotecas. En cuestión de años, ser propietario de una vivienda se había convertido en el objetivo de la mayoría de los españoles.

Cabe destacar que Reino Unido también llevó a cabo un programa similar durante los años de Margareta Thatcher. El objetivo no era otro que convertir en dueños a los inquilinos de las decrépitas viviendas sociales de propiedad estatal. Pero esto, no obsante , no condujo a que la mayoría de los británicos residiesen en pisos – ver el segundo gráfico más arriba.

Por otro lado, para entender las particularidades del mercado español de la vivienda es necesario detenerse por un segundo en la política económica del régimen de Franco en términos generales. Durante las dos primeras décadas posteriores a la guerra civil Franco intentó gobernar el país como si de una entidad económica independiente se tratase, es decir, cerrado al comercio – una autarquía. En un sistema de estas características y dominado por el gobierno, el uso de la tierra agrícola era de suma importancia. Por este y otros motivos el crecimiento de las ciudades fué de alguna manera cercado por parte de los planificadores urbanos con el fin de preservar el uso agrícola de las tierras situadas en la proximidades de la ciudad. En consecuencia, “En España se ha favorecido una urbanización compacta y densa”, tal y como Módenes, profesor de geografía humana de la Universidad Autónoma de Barcelona, hizo saber a Quartz por medio de un correo electrónico.

La planificación “de arriba hacia abajo” dió lugar a un tipo de construcción urbana con una densidad relativamente alta y, a menudo, efectuada por empresas políticamente bien situadas durante el boom de la construcción que tuvo lugar desde la década de los sesenta hasta el final de los setenta.

“Las urbanizaciones y complejos residenciales con más de 1.0000 viviendas fueron el modelo dominante” escribió en 2004 el académico de Harvard Eric Belsky y su colega Nicolas Retsinas en un artículo sobre el mercado español de la vivienda. Dichas urbanizaciones vendrían a substituir muchos de los barrios de chabolas que se desarrollaron cerca de ciudades como Barcelona y Madrid a finales de 1940 y principios de 1950.

Y así es como nace la ciudad moderna española. Por lo tanto, y dado su origen autocrático, resulta difícil sostener que los españoles hayan escogido vivir en pisos o apartamentos desde un punto de vista histórico. Si bien, todo parece indicar que dicha opción sigue siendo vista como la más conveniente a día de hoy. Los españoles no gastan más que la media en vivienda – aproximadamente el 20% de su renta disponible- mientras que el 94% dice estar satisfecho con el lugar donde reside actualmente, uno de los ratios más altos en la OCDE y muy por encima del 87% de media.

De hecho, algunos argumentan que los españoles podrían estar, si es que lo están algo, demasiado cómodos permaneciendo en sus actuales casas, ya que, el alto procentaje de propietarios de vivienda tiene como contrapunto una baja mobilidad laboral. Esto, sumado a otros factores, podría estar condiconando el acceso a determinados puestos de trabajo no circunscritos al área de residencia. Y eso, en definitiva, estaría afectando aún más a la maltrecha economía española.

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Traducido del inglés al español por Xaquín S. Pérez-Sindín López. Publicado en http://www.ssociologos.com. Fuente original: Matt Phillips, Octubre 14, 2014. Quartz.

Carta aberta aos círculos escépticos e ao cientificismo

Nos últimos días estiven a debatir en facebook sobre os factores que condicionan a saúde das persoas a raíz deste interesante artigo sobre o cáncer en España. Un extenso e rigoroso estudo que representa as diferencias na incidencia de diferentes tipos de cáncer por municipios en toda España. O debate acabou derivando na relación entre líneas de alta tensión e incidencia do cáncer; así como na credibilidade dos chamados círculos escépticos, grupos de persoas cunha visión moi crítica con todo aquilo que non teña demostración científica (especialmente ou quizáis exclusivamente desde as ciencias naturais) En concreto, o debate centrouse en comentar este interesante vídeo sobre a relación entre radiación no ionizante e saúde, imprescindible para entender o resto deste post. O vídeo induce a pensar que en realidade non existe ningunha relación científicamente demostrada entre radiación e saúde, minusvalorando de algunha forma toda visión negativa con determinadas formas de facer política, como a instalación de líneas de alta tensión. Mais o debate debe ser encadrado nun contexto máis amplo.

Non creo que o círculo escéptico esté financiado por ningunha empresa de telefonía nin nada polo estilo. Do que si comezo a estar seguro, máis despois de ver o documental, que o seu discurso ten un profundo sesgo ideolóxico. É certo que teñen un coidado case obsesivo en aparentar obxectividade. Sen embargo, o problema do documental e da visión dominante neste tipo de círculos é a súa visión cientificista da realidade. Trátase dun vello debate dentro do mundo das ciencias naturais e sociais. (Estou pensando sobre todo no grupo de doutorandos en física que sae ao longo do vídeo). O sesgo ideolóxico prodúcese no momento en que parten de que a única fonte de coñecemento válida é a que provén da aplicación de métodos inductivos característicos das ciencias naturais. Esa visión é moi típica entre os científicos naturais pero tamén sociais (as políticas de austeridade se fundamentaron en relacións significativas entre débeda e crecemento. Relacións que á postre se demostraron espúreas). É unha especie de postura que considera que os resultados das investigacións cuantitativas están por riba do ben e do mal (léase tamén esquerda dereita) como se a obxectividade só fose posible grazas a este forma de facer ciencia. É posible que esta visión esté lexitimada cando se trata de experimentos de laboratorio onde o investigador ten baixo control todas as variables, pero presenta enormes limitacións cando se trata de producir coñecemento sobre o home e a sociedade. Decía Bourdieu algo así como que non hai nada máis perverso que pretender ser obxectivo 100%. Se cadra o círculo escéptico e a maioría dos que saen no vídeo non teñen intencións perversas, pero do que estou seguro é que presentan un profundo sesgo ideolóxico (tal vez semi-inconsciente) e un profundo descoñecemento do mundo social (habitual por outro lado). Con isto non trato de despreciar este tipo de estudos (eu mesmo aplico esta metodoloxía) pero sí considero que precisan de máis doses de interpretativismo que non teñen cabida nun modelo estatístico.

Non estou dicindo que exista un sesgo ideolóxico na forma de aplicar o método. O sesgo ideolóxico pode tamén estar condicionado polo plantexamento dunha investigación ou o uso que se faiga dos resultados empíricos. Un exemplo claro e parecido o temos coas enquisas de opinión. É habitual que estas se fagan co maior rigor científico por parte do equipo técnico, sen embargo, ben por mor dun mal plantexamento do problema a investigar ou ben un uso partidista dos resultados acaban por sesgar a investigación. Algo así acontece con ese vídeo e a posición dos circulos escépticos. Non dubido que os que interveñen no vídeo non apliquen o método correctamente. Outra cousa é que despois ditos resultados sexan utilizados como una especie de obxecto arroxadizo por parte de determinados grupos de interés para lexitimar determinadas políticas ou sinxelamente para desprezar abertamente determinados movementos sociais ou protestas veciñais. Claro que a connivencia entre algúns científicos e os grupos de interese ás veces é alta, non o negemos.
Si considero que se debe lexislar despois de ter investigado científicamente o fenómeno en cuestión. Mais o que suxire esta visión “escéptica” é limitar o tipo de coñecemento válido a unha forma moi particular de facer ciencia, como é a que resulta da levar a cabo experimentos propios das ciencias naturais. (X número de casos reais, X número de casos de control. Aplicación de test de significación estatística e interpretación dos datos). O que a miúdo se coñece como positivismo. Postura que levada a extremos pode derivar no que se coñece como cientificismo. Pero un pode criticar esa forma de facer ciencia e seguir sendo científico. Eu considero que abordar o problema do impacto da tecnoloxía na sociedade desde unha perspectiva estrictamente experimental é moi complicado. Claro que é útil. É dicir, dispoñer de datos empíricos é útil e necesario, pero faise necesaria unha visión máis cualitaitiva para entender o problema en toda a súa magnitude. No fondo ten moito que ver coa filosofía de investigación, é dicir, en poñer máis énfase na pregunta de investigación que na propia resposta. Que un físico pase dez anos da súa vida tentando de responder a pregunta “existe relación entre radiación e cancro?” paréceme moi interesante e útil. Pero iso non debe ser utilizado para non impedir que un barrio se encha de antenas de telefonía ou liñas de alta tensión. O mesmo acontece coas minas a ceo aberto. Tamén á habitual escoitar voces “cientificistas” dicindo que non existe unha relación entre uso de cianuro e contaminación das augas e cousas polo estilo. O mesmo sucede co tema do fracking, coas centrais térmicas, nucleares, etc. E porque creo que este tipo de investigacións non deben ser determinantes? Pois porque existen outras formas de facer ciencia que, insisto, son máis áxiles á hora de analizar o problema. Que formas? Diferentes formas en canto ao plantexamento das investigacións. A pregunta non sería só “existe relación entre cancro e radiación”, tamén sería “relación entre cancro e falta de zonas verdes nas urbes galegas”, por poñer un exemplo. E diferentes formas de investigar en canto ao que se entende por impacto das tecnoloxías. Aquí os científicos sociais e, en particular os sociólogos, temos moito que dicir. Pode non existir unha relación directa entre minas a ceo aberto e casos de cancro. Sen embargo, o impacto social que provocan poden, a longo prazo, derivar nunha maior incidencia do cancro. Pero isto tamén é difícil (ás veces imposible) de entender para determinados científicos naturais. Sobre todo cando se descoñece o significado de conceptos como Gemeinschaft, habitus, interacción simbólica, cohesión social, xentrificación etc. Ou quizáis non sexa tan difícil porque, pola miña experiencia, os científicos sociais adoitan ter menos pedantería e máis pedagoxía á hora de explicar determinados conceptos. Supoño que é unha forma de manter o status quo das “ciencias duras”. Pero a realidade é que o desenvolvemento tanto teórico como empírico nas ciencias sociais permite falar dunha forma de facer ciencia tan sofisticada como as ciencias naturais. Así é que existen moitas voces que claman por unha menor separación de ambas. O vello debate de ciencias duras e blandas, ou letras e ciencias é xa bastante espúreo.